Nueva Rumasa surgió en el año 1996 con la reinversión de José María Ruiz y Mateos de los pocos recursos financieros que logró evadir al ser el principal afectado de la expropiación de Rumasa por ser el propietario.
Al sentirse despojado de su patrimonio, este ingenioso empresario decidió no darse por vencido y comenzar a diseñar una estrategia de recuperación de lo que consideraba el resultado de sus esfuerzos de toda su vida y la concreción de la meta que se había planteado desde sus inicios en el mundo empresarial.
José María Ruiz y Mateos esperaba conformar el mayor número de empresas asociadas a una misma casa matriz y así lograr la generación de más de mil puestos de trabajo que finalmente serian parte de la colmena de abejas en la cual esperaba convertir su imperio.
Trató de inculcar su política de laboriosidad permanente a sus trabajadores a través de su revista empresarial y una cantidad de videos de motivación o tutoriales de crecimiento que buscaban fomentar el deseo de trabajar en función de lograr la conformación de la colmena cumpliendo con su rol de abeja obrera en todo momento.
Como respuesta a lo que consideraba un despojo no justificado, se enfocó en utilizar el poco patrimonio financiero que le quedó de la expropiación para resurgir de los restos de Rumasa y comenzar de nuevo a construir una Rumasa reforzada.
Fue en ese intento que el propietario de la antigua Rumasa, con el apoyo de sus hijos, se esforzó por mantener a flote el patrimonio familiar con un nombre que buscaba reflejar la fortaleza que le quiso infringir José María Ruiz y mateos, fortalecido en la intención de recuperar la confianza y credibilidad, tanto de los clientes como de los demás empresarios que formaron parte de su grupo empresarial.
Asimismo, esperaba lograr de nuevo ser considerado un modelo de crecimiento para las pequeñas organizaciones que aceptaran formar parte de la nueva marca cuya figura principal se consolidó como la abeja y su colmena.
Surge después de la expropiación de la que fue objeto el holding Rumasa en el año 1983, que estuvo conformado por un total de 700 empresas.
El grupo de sociedades de la Nueva Rumasa solo alcanzó a superar un poco más de los cientos de empresas cuya ubicación fiscal y geográfica era considerada un paraíso fiscal, sin llegar a consolidarse como holding.
Esta falta de consolidación como holding, las dejaba no sujetas a un control obligatorio de parte de la administración para su negocio de alimentación, hostelería, turismo, distribución de productos e inmobiliarias.
Por esta no sujeción administrativa, se propiciaron acciones ilegales que no le fueron favorables a la posición legal de Nueva Rumasa, cuyas acciones contables y en sociedad no tuvieron la transparencia que necesitaban para evitar que el gobierno decidiera intervenirlos nuevamente.
Sobre los detalles de estas acciones se trata el contenido que sigue en este artículo, continúa leyendo y recibe la información precisa al respecto.
El agujero contable
Un agujero contable es un vacío de información sobre las transacciones financieras y administrativas de una empresa que deben ser registradas y controladas con los principios de contabilidad y las normas internacionales que competen a estas actividades.
Como parte de lo que se dice sobre este caso, se menciona un agujero contable relacionado con la quiebra de Nueva Rumasa y la realidad es que el aumento incontrolable de la estructura de sociedades. Se extendió a las áreas financieras a tal punto que en el año 2009 Rumasa mantenía sus operaciones con un aproximado de 4067 cuentas bancarias aperturadas en 117 bancos que pertenecían en su mayoría al Grupo Santander y al Banco Etcheverría.
Este último es conocido por su regular funcionamiento de manera consciente para fines ilegales que benefician empresas de dudosa organización y responsabilidad financiera.
A pesar de esta cantidad sospechosa de cuentas bancarias y la movilización de recursos financieros que ponían en duda la liquidez del grupo empresarial y la cercanía de la quiebra de Nueva Rumasa, no se tenía una evidencia realmente fidedigna sobre la dudosa administración de las finanzas.
Pero en el año 2009 se confirma que Nueva Rumasa adeuda 577.000.000,00 de euros a sus proveedores y la totalidad de recursos financieros en todas sus cuentas no reflejaba liquidez para asegurar la cancelación de las mismas.
Inclusive no contaba con disponibilidad financiera para mantener la operatividad de sus actividades continuar funcionando, se calculaba la necesidad de un mínimo de 52.000.000,00 de euros para cumplir con los pagos de mayor urgencia.
Sin embargo, no quedaría ni la mitad de aliviado de sus deudas porque la totalidad a pagar para lograr mantenerse al día por ese año era de 197.500.000.000.00 de euros, mientras que en el año 2010 tendría que pagar 196.600.000.000,00 de euros.
Al sentirse perdido, este grupo empresarial se apoya en acciones fraudulentas para lograr el financiamiento de sus deudas solicitando descuentos con la emisión de facturas con motivo de operaciones inexistentes que supuestamente eran gestionadas por las empresas de carácter instrumental solo se registraban para esta finalidad.
Sin embargo, estas acciones no fueron tan acertadas como se las imaginaron los responsables de su realización, porque con este mecanismo fraudulento de carácter financiero solo adquirieron un coste adicional por el valor de 11.000.000,00 de euros, los cuales debían ser devueltos.
Entonces el hecho de haber obtenido 540.900.000.000,00 de euros de parte del Banco Santander y ocuparlos para financiar las empresas del grupo alimenticio que se mantenían productivo como Dhul y Clesa, no favoreció al logro de los objetivos que se establecieron al utilizar estos métodos ilegales.
El entramado societario
A pesar de las acciones que terminaron en la quiebra de Nueva Rumasa, es comprensible que los nuevos acreedores confiaran en su intención sana de cumplir con la responsabilidad que estaban adquiriendo, debido a la trayectoria empresarial de su propietario.
Ciertamente, las estrategias de negocio que realizó el propietario de Rumasa para lograr que más de setecientas sociedades empresariales pasaran a formar parte de su conglomerado fueron efectivas en su momento y la capacidad de inversión y pago era demostrable.
Por esta razón, es comprensible la confianza que depositaron los nuevos inversores en una evidente señal de estafa cuando la supuesta rentabilidad de su inversión, superaría en porcentajes muy altos las tasas actuales de cualquier otra acción similar o la recuperación de lo invertido estaba presentado para muy corto plazo, con lo que ponían en riesgo el cumplimiento de cualquier compromiso adquirido.
Pero sobresale entre todas esas evidencias que la sociedad presentada como Nueva Rumasa no tenía una casa matriz que fuese común para todas las empresas que la conformaban. Sus sociedades no eran parte de un grupo consolidado, pero eran participes de acciones de gestión que eran dirigidas a un fin común como lo decía su publicidad.
Además de todas estas características que la delataban como una sociedad ficticia, sus funcionamientos reflejaban las consecuencias patrimoniales y financieras derivadas de la propiedad final de las empresas a nombre de los integrantes de la familia Ruiz y Mateos siendo propiedad real de empresas extranjeras radicadas en los llamados paraísos fiscales como Holanda, Belice y Panamá.
Una evidencia más del entramado societario que aceleró la quiebra de la Nueva Rumasa fue la utilización de despachos fiduciarios y la figura de testaferros para otorgarle toda la opacidad que fuese posible a los movimientos financieros que fueron realizados con la inversión de quienes compraron los pagarés de las empresas que conformaban el grupo.
Como parte de esta opacidad, se mantiene la incertidumbre sobre la cantidad real de las empresas involucradas, porque se presentó como parte de la publicidad la participación de 117, mientras que en los listados de responsables hay un total de 164 empresas españolas y 48 con residencia en el extranjero y de acuerdo con la administración de los concursos hay evidencia de que están involucradas 171.
En este listado aparecen los nombres de sociedades vinícolas, hoteleras y de alimentación que se mantienen productivas; también están los nombres de algunas que sirvieron solo como patrimonio y otras de carácter instrumental que se radicaban en Belice y permitían controlar los diferentes inmuebles que pertenecían a la familia junto a la producción del grupo que se mantenía produciendo.
Este listado es solo un elemento más, para dejar claramente establecida la responsabilidad de las sociedades involucradas, porque su contenido las responsabiliza como emisoras de pagarés que servirían de aval para su respectivo cambio con intereses cuando alcanzara el plazo de vencimiento establecido.
Como reflexión acerca de este caso de quiebra de Nueva Rumasa que reflejó una estafa comprobada por un juzgado español, es importante que se tomen en cuenta las características que permitieron que avanzara tanto como para involucrar más de cien empresas que accedieron a ser partícipes con la emisión de pagarés cuya posibilidad e intención de pago era casi nula, y que ninguno decidiera mostrar la realidad antes de la intervención de los organismos de justicia.
A pesar de todo, se logró la venta exitosa de Nueva Rumasa por el valor de los pasivos que la llevaron a la quiebra y el compromiso de los nuevos dueños de realizar los pagos pertinentes a los inversores.