¿Te imaginas una situación en la que una empresa compre todas las empresas de un sector con la clara intención de crear un monopolio?
José María Ruiz Mateos, un increíblemente ambicioso empresario de Rota (Cádiz) fundó una empresa en 1961 que casi hundiría toda la economía española.
Comenzando con la adquisición de productores de jerez, en 1983, finalmente fue propietario de 700 empresas con 60.000 empleados y facturó dos mil millones de euros anuales (valor actual).
Desde sus modestos comienzos en Rota, Ruiz Mateos construyó un imperio que abarcó productores de vino, hoteles, bancos, tiendas, productores de alimentos y seguros.
El sector que más protagonizó fue el de las bodegas de vino y jerez. Firmas centenarias como Paternina, Garvey, Segura Viudas, Lan, Berberana, Franco-Españolas, etc., todas caían en brazos de Rumasa cuando se les ofrecía el precio justo, aunque casi nunca en efectivo, más habitualmente en acciones de Rumasa.
La recompensa fue ver sus productos adulterados y sobreexplotados hasta un nivel en el que la recuperación sería casi imposible.
Rumasa llegó a ser tan grande que si fracasaba provocaría una catástrofe en la economía española. El entonces ministro de Hacienda, Miguel Boyer, decretó que por interés público se «privatizara» el grupo de Ruiz Mateos.
Cuando conocí a Ruiz Mateos en Jerez acababa de dar sus primeros pasos como empresario en el comercio local de vinos, aunque había comenzado a coleccionar relojes antiguos para lo que con el tiempo se convertiría en una de sus pasiones.
Tenía un chip en su hombro debido al hecho de que siempre fue considerado un extraño y un advenedizo por la aristocracia del jerez, y más tarde, cuando comenzó a adquirir bancos, por las familias de banqueros establecidos.

Cuando su grupo fue expropiado por el gobierno en 1983, justa o injustamente (aún hoy continúa el argumento), supuestamente era insolvente y solo prácticas contables cuestionables lo mantuvieron a flote.
No cabe duda de que si Ruiz Mateos hubiera continuado con su programa de expansión, todo el negocio del jerez estaría bajo su control, al igual que muchas bodegas de otras regiones.
Como dijo más tarde un gran jerez, «Rumasa se cerró justo a tiempo. Si se hubiera permitido que siguiera engullendo bodegas, habría sido el fin de Jerez».